El escritor José Luis Gracia Mosteo publica esta reseña de Golpes de mar de Antón Castro en Turia:
QUE PONGÁIS SOBRE MI TUMBA PIDO
Antón Castro (Santa Mariñas de Lañas, Arteixo, A Coruña, 1959) es un narrador de estilo cervantino (llaneza y ninguna afectación) y mirada veraz pero a un tiempo mágica; un escritor que ha dado a las prensas narraciones como Mitologías (1987), Los pasajeros del estío (1990) o El testamento de amor de Patricio Julve (1991), y novelas como El álbum del solitario (1999), entre otras muchas obras. Con una prosa limpia, una sintaxis eurítmica y un vocabulario generoso, su gran mérito, como en su día escribiera Baudelaire de Goya, es “hacer verosímil lo monstruoso” es decir, creíbles las fábulas, leyendas, sueños y pesadillas que pueblan sus libros, pero también inventar personajes, ambientes y tramas que parecen escapados del inconsciente colectivo y por tanto son rápidamente absorbidos por éste.
Golpes de mar es buen ejemplo de ello. Con sólo subir al velero de la portada, el lector arribará a un mundo cercano aunque extraño como un coral e increíblemente verosímil; una tierra, que el autor denomina Baladouro, donde aún parece posible el paraíso miltoniano; un edén brumoso pero iconográfico, que un golpe de mar puede convertir en un infierno; un mundo al margen del tiempo y sus designios pero bordeado por el mar y sus fantasmas; una lugar poblado por personajes prosopopeicos (el viento, la lluvia, las olas, la costa...) tan tangibles como los personajes humanos (Delfín Gobantes, Outono Buxán, Pacucha Esmorís o Gomersende Padín...); un territorio envuelto en la niebla de lo extraordinario donde sin embargo caben el humor y el amor más hilarantes y apasionados; un universo de playas, pazos, acantilados, islas o cementerios marinos, donde nada es imposible; un libro sensorial donde el olor del mar, la humedad de la arena o la brisa del océano parecen acariciarnos; una colección de relatos (dieciséis) que es también un álbum de retratos de almas; un fresco donde caben niños que escriben al más allá, mujeres que esperan que el mar les devuelva a sus maridos naufragados o ladrones de caballos; un espacio panteísta que hace de los elementos, personas, y de las personas, seres mágicos.
Con una fantasía desbordante, un desprecio por esa mentira que llamamos realismo y un lirismo conmovedor, he aquí una colección de prodigios fijados en la polaroid del relato; un estudio en clave de ficción de las morfologías fluctuantes del más aquí y del más allá; un repertorio de historias entre lo medieval, lo romántico y lo contemporáneo; un libro que, como El testamento de amor de Patricio Julve (sin duda lo mejor, con éste, de su autor), es una obra por encima de las modas; una gavilla de historias galaicas pero veteadas de esa barbarie tan querida a la literatura aragonesa; un libro para los que aman el mar y la buena literatura. Desde en la extraordinaria Ornia, con algo de leyenda céltica, hasta la borgiana Alba de Deus, con el destino como personaje principal, pasando por el irónico ajuste de cuentas con las letras titulado Ballenas; por la maravillosa Memoria de Elba, que entronca con Tennyson; por Airas Padín, donde el himeneo entre mar y más allá roza la perfección; por El paseo de la viuda, donde océano y montaña, presente y pasado, memoria y porvenir, convergen; por El jardín después de la lluvia, con sus vidas paralelas no al estilo de Herodoto sino de Poe; o por la apasionada historia de la Vida infame de Tristán Fortesende…, Antón Castro demuestra ser más que un escritor al uso, un bardo de aquellos que deambulaban por la Galicia antigua pero también por Irlanda, Gales o por el país de los bretones; un marinero que ha acabado varado en la literatura; un druida oral que cuece sus historias en casas de piedra verdecida o en pallozas de techo ennegrecido por las pipas de los marinos; un autor que pertenece a la tradición de Cunqueiro, J. Conrad, S. T. Coleridge o H. Melville; un escritor de esos que gustan de acodarse en las tabernas portuarias para escuchar, contar o inventar historias mientras los ojos se le llenan de lágrimas y recuerdos; un cantor del azul y de la fatalidad, es decir, de los marinos y sus mujeres, siempre engañadas por el mar. Es por eso que apenas terminamos este libro, sabemos que hemos leído algo inolvidable.
Escribió Robert Louis Stevenson: “Que pongáis sobre mi tumba os pido estos versos: / Aquí yace donde quiso yacer; / de vuelta del mar está el marinero, / de vuelta del monte está el cazador.” Estos relatos recogen lo que pudo contar ese marinero, lo que pudo sentir la mujer que esperaba.
Antón Castro, Golpes de mar, Editorial Destino, Barcelona, 2006, 256 páginas.