AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL ESCRIBE SOBRE GOLPES DE MAR
El escritor y catedrático de la Universidad de Zaragoza Agustín Sánchez Vidal publica esta columna sobre Golpes de mar en Heraldo de Aragón:
GOLPES DE MAR
Así se titula el último libro de Antón Castro, que le ha editado Destino en la prestigiosa colección Áncora y Delfín. En ella empezó ese extenso ciclo donde su autor se lanzó a tumba abierta para culminar una voz y mundo propios, con El testamento de amor de Patricio Julve. Ahí cuajaba de modo irreversible su inconfundible estilo, prolongando aquella estirpe de narraciones fabulosas ya rodadas a través de Mitologías, Los pasajeros del estío o Vida e morte das baleas.
En sus páginas, y en especial en las de la última, hunde sus raíces este bien enhebrado manojo de dieciséis relatos, de los que se desprende un vaho o atmósfera que los impregna como una niebla tenaz. Y ello gracias a su textura, que nos va sumergiendo en una intemporalidad donde marinos y mujeres se entregan desaforadamente a sus destinos en escenarios marcados por las ausencias, trascendidos por una literatura con pleno dominio de los más variados recursos y registros.
Acaso haya que ser gallego para ver y sentir así, insertarse ese idioma y en toda una tradición que transcurre por su propia realidad paralela. Pero Antón Castro sigue demostrando –como en su ciclo de Patricio Julve, en sus bestiarios aragoneses y demás seres imposibles- hasta qué punto tales hallazgos se pueden trasvasar a estos páramos, si se sabe hurgar en las vivencias más íntimas, en las secretas correspondencias entre los tuétanos del Maestrazgo y la Costa da Morte, por ejemplo.
Ahora a su autor le espera el siguiente reto, el salto a la novela. Dispone de bagaje más que sobrado para afrontarlo: Golpes de mar no es sólo un libro, sino todo un proceso de fermentación que se remonta a más de dos décadas atrás. Ha merecido la pena. Para quienes llevábamos esperando su aparición, constituye el más hermoso regalo navideño, una de esas obras singulares que se publican raramente, muy de ciento a viento. No se la pierdan.
Rogelio Allepuz hizo esta fotografía en 1994.
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ana a. -