Golpes de mar según Víctor Juan Borroy
El escritor y profesor Víctor Juan escribe en su web sobre "Golpes de mar" de Antón Castro:
"Lo más valioso que me contaron mis profesores se encontraba, casi siempre, al margen del programa, en esas extravagancias que a veces los profesores se permiten. Yo les cuento a mis alumnos que Antón Castro decidió darse una oportunidad a sí mismo. Así se lo oí contar a él una tarde en Morata de Jalón, en un encuentro con maestros, mientras fuera anochecía y él derramaba palabras como si recitara un conxuro que sólo el conoce, el rito eterno de la palabra compartida, de las palabras de la vida, de las palabras que terminan encantando a quien las escucha. Aquel día Antón nos contó que cuando trabajaba en el bingo decidió coger sus apuntes, los poemas que escribía a escondidas en el reverso de los cartones y se presentó en el periódico El Día. Dejó la seguridad del bingo por la remota posibilidad de vivir haciendo lo que quería. Cambió la tranquila rutina por la pasión y la incertidumbre. Y Carmen Gascón le dijo: “Sí, inténtalo. Nada nos hace tan felices como perseguir nuestros sueños”. Todos tenemos nuestro bingo particular, el espacio en el que nos sentimos seguros. Y estoy convencido de que todos nos merecemos una oportunidad.
También nos dijo que un escritor es alguien que miente para decir la verdad. Desde hace diez años, le repito a Antón que escriba esta frase, que la registre y que le dé sus apellidos porque en cualquier momento defenderé que se me ha ocurrido a mí. Antón miente tanto que en su casa le llamaban El planetas. Junto a esa capacidad infinita para la fabulación, Antón Castro nos conmueve con cada una de sus frases porque sus mundos mágicos, sus personajes mitológicos, los seres imposibles que pueblan sus relatos y cada una de las fotografías de Patricio Julve nos hablan de la verdad, de lo auténtico, de sentimientos e inseguridades que mueven el mundo. Después de veinte años de zozobra intelectual, Pepe Melero ya acepta que los delfines acariciaran las piernas del Antón niño cuando se bañaba en las playas de Barrañán. También hemos dado por bueno que llovieran ranas cuando Benito, el padre de Antón, volvía de Suiza con un saco de naranjas sanguinas bajo el brazo. A mí nunca me ha preocupado la verdad. Puedo decir que he sido feliz leyendo las historias que escribe Antón y a veces me he enfadado cuando se me terminaban muy pronto y que me quedaba sin voz y sin respiración con el libro entre las manos.
El primer libro que yo tuve dedicado por Antón Castro fue Vida e morte das baleas. Me lo regaló Luis Iglesias, O pardal, o meu irmán galego. Me lo envió junto a una botella de orujo casero. En aquel tiempo yo bebía orujo los jueves buscando remedio para la saudade y convencido de que aquel licor que destilaban los dioses me ayudaría a entender mejor el gallego, que durante siglos fue la lengua de los poetas. Tengo el libro, naturalmente, pero de aquella botella sólo guardo un gratísimo y vivo recuerdo. Antón dibujó para mí una serea de Baladouro. Era el primer día de agosto de 1997 en la feria del libro de A Coruña.
El lunes a las ocho de la tarde se presenta en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Zaragoza Golpes de mar, un libro de relatos que Antón Castro ha compuesto palabra a palabra durante los últimos 25 años. Son relatos que huelen a mar y a tomillo y a espliego del Bajo Aragón, relatos dedicados a sus amigos, a sus cómplices, a algunas de las personas que dan sentido a su vida. Estoy seguro de que cuando Antón sube hasta el calvario de Alcorisa o se asoma al mundo desde la atalaya del paraíso en Cantavieja ve el mar y distingue entre las espumas blancas, los lomos plateados de los golfiños que escoltan en sus paseos a as sereas de Baladouro que a veces, muy de tarde en tarde, ollan a Víctor Juan."
0 comentarios