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Golpes de mar de Antón Castro

Reseña de Golpes de mar en ABC

Reseña de Golpes de mar en ABC

"ABCD las Artes y las Letras" publica hoy esta reseña de "Golpes de mar":

 

FICCIONES DE LA COSTA DA MORTE

 

José María Pozuelo Yvancos

 

 

Algunos escritores gallegos parecen conocer la fortuna de discurrir por un camino distinto al realista, enraizado en una antigua tradición suya, en la que el relato breve, en forma de cuento o de fábula, tiene acendrados territorios imaginativos en aquella

literatura. Entre los mayores siguen siendo Rafael Dieste, Cunqueiro y Méndez Ferrín referencias indiscutibles, aunque sean mucho más celebrados y conocidos en Galicia que fuera. Ello ocurre por supuesto por razones de índole editorial y de conformación de los sistemas literarios, cuyo análisis no hace ahora al caso. Pero sí quiero referirme a otro motivo de aquel desconocimiento que una valoración de este libro de Antón Castro necesita convocar: la peculiar resistencia fuera de Galicia a abandonar la veta realista, que parece la tenaza más sólida de cuantas lastran todavía entre nosotros gustos y modas narrativas. Eso hizo incluso que el Cela de Madera de boj, que sigo diciendo me parece un Cela mayor, fuera incomprendido, o que se haya preferido el Torrente de la trilogía de Los gozos y las sombras al de la Saga/fuga.

Tragedias que se suceden. Antón Castro ha escrito un libro muy gallego, parcialmente originado en esa lengua, aunque cuentos posteriores han sido escritos en castellano. Pero sea una u otra la lengua elegida, esta colección de cuentos rezuma imaginario gallego por los cuatro costados, y cuando deja de hacerlo en alguno de ellos se le nota, y no para mejor. Utilizo el adjetivo gallego no solamente porque el mundo convocado sea la Costa da Morte, en pueblos como Caión o Arteixo, ni tampoco únicamente porque uno de sus motivos más frecuentes sea el del naufragio de marineros o pescadores de percebes, en tragedias que se van sucediendo y que varios de los cuentos van hilvanando. Lo afirmo sobre todo porque junto al espacio físico y al temático hay un territorio estilístico que es el que me parece más importante destacar. Está formado por una literatura, muy singular de Galicia, que mezcla lo lírico y lo narrativo, lo fantástico y lo realista, lo culto y lo popular, la leyenda y la historia, y que va construyendo sus motivos como si fueran eternos o retornaran una y otra vez. Esas mixturas de elementos ficcionales e históricos, legendarios o reales, está hecha de aquella tradición convocada por Cunqueiro, Méndez Ferrín, Dieste o el último Cela.

Reproduce Castro, como ocurre en los mejores cuentos aquí reunidos, fábulas creadas y mitos heredados, que van nutriendo explicaciones de la muerte, de las separaciones y las pérdidas, con personajes que una y otra vez rezan el rosario de un desolado destino marinero. El autor ha tenido el acierto de comunicar entre sí varios de estos relatos, por la reaparición de personas de uno en otro, como el farero Buxán, Elba o Gomesende. Pero también, y me parece que ha logrado allí las cotas más altas, cuando ha focalizado desde un personaje femenino. Ocurre las veces que reitera el hermoso motivo de la amada que espera inútilmente y trenza en tal espera una elegía, con resolución fabulosa algunas veces, otras poemática, en todo caso con soberbias indagaciones en la situación de la mujer, servidas con el acierto de una prosa medida y de ritmo acompasado.

Conjunto excelente. Considero que «Destino de lamia», «Airas Padín», «Memoria de Elba», «Ornia», «Antía y el fantasma del mar» y «Tirnagoescha» constituyen un conjunto calificable de excelente. Algunos de esos cuentos traen variaciones del motivo del amor de las casadas con marineros, nudo central del libro, desarrollado no siempre por la misma vía, ya que varios están situados en este tiempo mientras que otros allegan ancestrales historias heredadas, pero en las que Castro ha sabido cifrar el difícil territorio de la fábula poética, resuelta a menudo desde historias verdaderas.

Ese vínculo o puente entre la tradición y su actualización personal constituye uno de los aciertos del libro. Por eso podría haberse evitado la selección de tres o cuatro cuentos que tienen otra calidad, a mi juicio menor, bien por un excesivo acomodo generacional, de tributo personal al tema de la formación en un primer amor, como ocurre en «Dos tardes con Beatriz de Sousa», o bien por ceder a lo circunstancial, así en «El hermano que le inventé a mi hermano», homenaje personal a algún escritor amigo. Son menudencias y tributos que este estupendo libro no necesitaba.

 

 

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